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Pensamientos y más

LA PARTIDA (POST CONJUNTO ENTRE VARIOS BLOGGERS)

 

Una noche cualquiera, en una discoteca cualquiera. Una mujer bailando en la pista. Coqueta, con minifalda y escote, vestida para ligar. Moviéndose sensualmente. Rodeada por miles de ojos ávidos por ver los pezones insinuantes bajo la camisa negra; de lenguas ávidas por probar su piel.

Un hombre, en la barra del bar, observa. Sabe que la noche es suya. Sabe que ella es suya. Sus ojos se han encontrado y ha mantenido su mirada. Después de rechazar a la manada de lobos que la rodean, se deja provocar por esos ojos.

De pronto, sin dejar de mirarse, se acercan. Unen sus lenguas y se muerden salvajemente. Sienten sus cuerpos por encima de la ropa. Él nota sus pezones endurecerse contra su pecho. Ella nota su polla dura contra su cuerpo. Y unas manos deslizándose a zonas prohibidas.

Se separa. Ella sonríe y se aleja. Él intenta ir detrás de ella, pero la pierde. La busca entre miles de máscaras sonrientes. Por fin ve sus maravillosas piernas. Y ve también una mano deslizándose por su falda. Una mano femenina tocando las zonas prohibidas que él ha tocado antes. Dos cuerpos femeninos fundidos en un abrazo. Sus lenguas saboreándose mientras ambas le miran. Así es la vida: pruebas lo prohibido o huyes de ello. Toda la decisión es suya.

Él les aguanta la mirada. Las observa. La visión de las dos mujeres bailando y tocándose libidinosamente le provoca sensaciones jamás antes experimentadas. Sabe que es su momento, "ahora o nunca" piensa, mientras se abre paso entre la gente, parece ausente, con la mirada fija, en ese momento el mundo parece haberse detenido.

Se coloca tras ellas, Susana le vuelve a mirar a los ojos. Le palpa la polla por encima de los pantalones. La erección es bestial, parece a punto de estallar. Él le recoge su larga melena morena y le besa en la nuca. Ella se deja llevar mientras sus manos recorren esta vez los pechos de su amiga, pequeños; pero turgentes, ansiosos de ser chupados por una boca experta. Sabe que es su noche, siente su triunfo inminente. De repente, Susana le da un pequeño empujón y le aparta de ellas. Él observa los dos cuerpos femeninos contorneándose y tocándose en un baile erótico, sus cuerpos se entrelazan entre ellos. Irradian pasión

En ese momento, decide tomar el protagonismo y se dirige hacia ellas, seguro de sí mismo. Creo que toda la discoteca os está mirando, tengo el coche fuera, ¿si queréis ir a algún otro sitio mejor?

Susana mira a su amiga, la cual asiente. Él observa su decisión muda y las guía hacia el aparcamiento.

Una vez en el coche, él conduce, Susana es el copiloto y su amiga se sienta en el asiento trasero.

Emprenden la marcha, no se dirigen a ningún lugar en particular.

Observa desde el espejo retrovisor, como las dos entrecruzan con sus lenguas. Parece que jugaran a provocarle. Muerden el labio, la una de la otra y se vuelven a separar. Piezas de un puzzle que encajan y desencajan. Una enorme tienda de campaña sigue izada en su pantalón. Regresa a fijar su mirada, en el tráfico que zumba a su alrededor, cuando nota que la mano de su copiloto alcanza su bragueta y hábilmente va saltando barreras hacia su destino. Es como si el coche se condujese solo. Es la primera vez que conduce mientras alguien le hace una paja. La mano de su acompañante sube y baja, no puede pensar con claridad, conduce de forma inconsciente sin saber a dónde dirigirse. Solo piensa en apartarse de cualquier lugar público.

 

 

 

 

Trata de retener el orgasmo y disfrutar de las caricias todo el tiempo posible, mientras ellas dos se siguen besando. Unas dudas le asaltan y le comienzan a preocupar. ¿Y si se corre en el coche por primera y última vez en la noche? ¿Y si le están gastando una jugarreta y solo le quieren para que las mire? ¿Y si no consigue satisfacer a las dos? ¿Si le dura la erección sólo con una, la otra se enfadará? ¿Con cuál le daría más morbo comenzar primero? ¿Le quedaban condones en la guantera?

La seguridad antes mencionada parecía irse sutilmente por el retrete cuando respondiendo a sus preguntas se dijo para sí - Tendré que sacar fuerzas de flaqueza de donde sea, uff - mientras con la mano de la palanca de cambios le tocaba una teta suavemente. Eran altas horas de la noche y no había mucho tráfico, era un lujo que podía permitirse. Entremezcladas con las dudas y la seguridad le surgían pensamientos de gloria también. Susana dejó de pajearle, no quería que se corriera en el coche por ahora, dejó de besar a su amiga, se acercó a el y a su oído y le dijo sensualmente "no te preocupes, si te corrieras no pasaría nada, además confío en que aguantas por lo menos 6". Era como si ella pudiera haberle leído la mente. Su gesto de concentración - desconcentración, ya no sabía si se corría o conducía, quería llegar hasta el final o salir corriendo por el miedo y la presión (Una viga en su entre pierna impedía esta última opción) se tornó en una sonrisa, casi risa histérica incontrolada, ¿un orgasmo "risil"?.

Susana abandonó el asiento del copiloto para entregarse un poco más a su amiga, con la que se acariciaba el clítoris, con las yemas de sus dedos, que ya se habían abierto paso en busca del calor y la humedad reinante en el paraíso... la intensidad, la velocidad y la presión cambiaban de suave a fuerte y de fuerte a dura, la respiración se entrecortaba, diminutos gemidos salían de esa batalla hasta que Susana decidió volver al asiento del copiloto y seguir masturbando al que conducía el coche, porque la que manejaba la situación, hasta el momento, era ella, pero era algo que a los demás les gustaba. "Pronto las haré gozar como nunca" se decía para sí.

Entonces giró bruscamente el volante y pisó más a fondo el acelerador. Sabía a dónde ir.

En apenas cinco minutos salieron de la ciudad. Ellas le miraron expectantes, pero no se atrevieron a preguntar. Él tampoco habló, sólo sonrió y deslizó su mano derecha entre las piernas de Susana.

Dejaron la carretera tomando un camino de piedras, nada iluminado y sin asfaltar. Aminoró la marcha; habían llegado. A 10 metros del coche había una cabaña, de madera, sin ventanas. Todo lo que podían ver alrededor de ellos era bosque y una oscura noche. Nada más.

- Bajad del coche - Lo dijo con urgencia, con autoridad, tanto así que la amiga más callada pareció asustarse.

Cuando ambas bajaron del coche, él ya estaba abriendo la puerta de la cabaña. Les hizo un gesto con la cabeza y entraron. Estaba oscuro y no podían ver. Susana caminaba con seguridad, pero su amiga parecía asustarse más con cada paso. Aquél juego estaba empezando a no gustarle.

- Basta de juegos. Vayámonos Susana.

- Vosotras lo empezasteis y de aquí no se va nadie hasta que no acabemos la partida.

La voz del hombre sonó distinta... Entonces sonó un clic y la estancia se iluminó, mostrando una habitación que únicamente consistía en: una mecedora, una chimenea, una mesa con dos sillas y un cuarto de baño oculto bajo una cortina de cordones.

-En el baño hay una nevera, podéis coger algo de beber. - dijo con una voz aguda y débil.

Susana, más valiente que su amiga, se acercó a la nevera y la abrió.

-Pero si aquí sólo hay Biofrutas y Yogures naturales.

-Mi madre dice que es todo lo que necesita un joven guapo como yo para alimentarse.

-¿Y no tienes alcohol?

-Beber alcohol es malo, te lleva a hacer cosas de lujuria.

-Pues esta noche yo estoy lujuriosa, y no veo ninguna cama.

-Para lo que vamos a hacer, no necesitamos una cama. Nos basta con la mesa.

Susana miro a su amiga extrañada, que seguía cagada de miedo.

Él no paraba de buscar algo entre una pila de cajas viejas y polvorientas.

-¿Se puede saber de qué va esto?- dijo Susana- Yo creo que me voy a ir.

-Sí, vámonos, anda...

-¡¡Aquí esta!!¡¡Por fin!! Si llega a estar aquí mi madre seguro que lo encuentra enseguida, jajaja.

-¿Qué es eso?

-La diversión de esta noche, ya veréis. Sentaros en las sillas, por favor.

Susana, todo confiada, dijo: "Yo creo que me sentaré en la mecedora, que quiero estar cómoda."

-¿¿¿PERO ESTÁS LOCA??? ¡¡¡ESA ES LA MECEDORA DE MI MADRE!!! AHÍ SÓLO PUEDO SENTARME YO. Coge una silla, por favor.

Susana se sentó finalmente en una silla junto a la mesa, e hizo un gesto a su amiga para que la acompañase.

-Bueno, ¿y en qué consiste esa diversión que nos tienes preparada?

Él colocó la caja que había sacado de la pila sobre la mesa.

-Ábrela, dijo.

Susana aproximó su mano dispuesta abrirla. La otra chica estaba a punto de desmayarse. Por la cabeza le pasaron mil pensamientos oscuros. Sus sentidos le jugaban malas pasadas. Creía ver a la madre del chico dentro de la caja. Literalmente se había meado de miedo.

Por fin, Susana abrió la caja...

-¿Un parchís? ¿Estás de coña, verdad?

-Claro que sí. ¿Qué clase de bicho raro te crees que soy? Por detrás hay una oca, mujer.

La cara de Susana pasó del estupor a la ironía.

-Venga ya. ¿Me vas a decir que vamos a jugar al parchís? No te lo crees ni borracho.

La amiga le tocó el brazo en un gesto de advertencia. No estaba convencida de que ahí fuera a quedar todo. Además, estaba incomodísima con el tanga mojado.

-¡Maldita sea! ¡Sentaros de una puta vez!- dijo recobrando la mala leche.

-Sí. No te alteres. Ya nos sentamos.

Asustadas y nerviosas, se miraban esperando.

El depositó las fichas y los dados en su cubilete como si de un acto sagrado se tratase. Sentándose en la mecedora materna, les dijo así:

-Escoged color.

-Sí, me pido el verde- dijo Susana.

-Pues yo el amarillo- dijo la amiga.

El tipo escogió el azul. Le resultaba una ofensa elegir el rojo, color con el que siempre jugaba su madre.

-Por ahora vais bien. No habéis elegido el rojo.

La partida comenzó ganándola Susana. Él la miró seriamente. Susana se estremeció. Pensó que le esperaba follar con él y hacía buen rato que la libido la había perdido, o tal vez, le esperaba algo peor. Sintió asco y pavor.

- Ponte en pie y salta hasta que te ordene parar. Mínimo, 145 veces. Como pares...Tú, ¡a jugar!- gritó a la amiga.

Empezaron el juego. La chica pensó en dejarse ganar para que no la obligara a saltar. El ejercicio físico impuesto jamás le había atraído. Pero él no era tonto y le vio las intenciones por lo que hizo lo posible por perder y lo logró.

La chica le miró resignada disponiéndose a quitarse los zapatos.

-Alto, ¿quién te ha dicho que sin ellos? Salta como ella.

-Sí, no te enfades. Ya voy.

Las dos saltaban como cebras a destiempo debido a los altos tacones.

Agotadas y sudorosas se desplomaron, mientras él seguía rema que rema en la mecedora. Las miraba complacido. Les ordenó que se arrastraran a sus pies.

Gateando una, y reptando la otra, obedecieron.

- ¡Besaros ahora que no podéis respirar! Meteros manos.

- Sí sí.

Comenzaron a besarse y a tocarse durante un corto espacio de tiempo, unos diez minutos. No podían más. Extenuadas, le dijeron:

-Haz lo que quieras.

-No. Probasteis mi aguante y me torturasteis en el coche. A un hombre indefenso no se le hace eso y menos conduciendo. Para colmo esperabais que aguantara seis asaltos de los vuestros.

-Hombre, nosotras podemos.

-Sois unas abusadoras del sexo débil. A ver ahora si lo aguantáis. ¡A por mí!

No podían permitir que el tipo se saliera con la suya. Haciendo acopio de valor y fuerzas, se lanzaron sobre él.

Mientras una le practicaba una felación, la otra le metía el dedo por el culo. Cuando el tipo ya estaba que no cabía en sí, la chica meada le metió los dados y las fichas del parchís por el ojete del culete.

Antes de que el tipo se corriera, Susana paró, pasándole el turno a su amiga, que aplicada en la tarea, no dejaba de lamer y succionar, acompañando tan vengativa acción de unos suaves y sensuales mordisquitos. Se acerba a su punto álgido cuando, de repente, se abrió la puerta de la cabaña.

Su madre, incrédula y sorprendida, corrió hacia la mesa. Allí seguía el tablero del parchís. Pero al no ver las fichas, se enfureció. Cogió a su hijo por la polla, apartando a la meada, y le gritó:

-¿Dónde están mis dados y mis fichas? Ya has vuelto a hacerla. Te tengo dicho que las cosas de mamá no se tocan. ¡Anda, ve al baño y cágalas inmediatamente!

El tipo corrió al baño. La señora se disculpó con las invitadas.

-Este hijo mío, nunca aprende. Pasarán los años y no madurará. ¿Os apetece una partida a la oca mientras él caga? Quedan las rojas, nos la repartimos porque no es muy bueno de estómago. Desde pequeño le tenía que poner "micralax", enemas para cagar.

- Como guste, señora. Así nos entretenemos.

Mientras se oía un "de oca a oca y tiro porque me toca", los quejidos de expulsión de objetos anales fueron apagando las voces de las mujeres.

Después de todo, el hombre sí que tenía "aguante".

Nota:

Equipo de bloggers partcipantes (incluyo a Pablito como blogger porque también ha posteado en Polvo Eres): Yaves, Pablito, Len, La Sonrisa, Pensamiento, La Rosa Negra, Paradox y Mike.

Todos han escrito un párrafo y no en el orden antes mencionado.

Gracias por participar en esta propuesta lúdico-experimental xD.

3 comentarios

lenita -

por supuesto¡¡¡ que vaya el gran jefe preparando el otro post conjunto jajajaja¡¡

me partí con el final, una ovación para la rosa negra, se la merece..

la sonrisa -

oye oye, y mis derechos de autor?? a mi no me has pagao el copyright! jajajjajajaja
Habra ke repetir, no? :P

Besos malditossss

La Rosa Negra -

Hay que probar otra vez. Me divertí mucho imaginando la cara del resto al ver cómo acababa lo que pensaban iba a ser una noche de pasión desbordada en trío ji ji ji.
BN.