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Pensamientos y más

LAS CINCO PUTAS

Allá por el S.XIX se produjo en el Antiguo Mundo una oleada de prostitución, pero no por necesidad, sino por puro vicio. La Tierra se había convertido en un prostíbulo, donde mujeres y hombres vendían cuerpo y alma a cambio de placer y no de dinero. La lujuria regaba cada rincón del planeta y se habían perdido todos los valores humanos a cambio de orgasmos sin fin. El caos sexual se apoderaba de la raza humana.

Cinco mujeres, putas todas ellas, cada una perteneciente a una parte del planeta, emprenden por separado y sin saberlo, un viaje hacia el mismo destino. Cada una en su fuero interno ha recibido una señal, no saben si divina o infernal, pero han de emprender un viaje hacia el Tibet. Saben que allí se reunirán con alguien que les encargará darle un giro completo al caos circunstancial que reina en el planeta. Saben que tendrán que redimir sus culpas, por putas y viciosas, y acuden al encuentro desconcertadas, sin condones, consoladores, ni bolas chinas de la época; ni tan siquiera para usarlos como armas ante cualquier bandido o pirata.

Y allí estaban ellas. Aquella mañana soleada el barco arribó a puerto y una a una bajaron la escalinata ceñidas en sus trajes de faena... al fin y al cabo, cada una de ellas era la mejor puta de su lugar de origen y tenían que dejarlo bien claro, aunque fuera simplemente con su indumentaria.

Cuando las cinco pusieron sus tacones de ramera en la tarima de aquel puerto, miraron a su alrededor buscando una señal. Entonces fue cuando se vieron las cinco putas más grandes del planeta. Ninguna se había visto antes. Era momento de las presentaciones.

La primera en saludar fue la puta italiana. Alta, esbelta y felina. Su pelo negro ondeaba al viento y sus labios hacían un mohín antes de empezar a hablar, a la par que estallaba el látigo contra el suelo.

La segunda fue la puta griega. Delgada, rubia y de ojos claros, parecía una Venus. Tenía un lunar en el cuello que le daba una especial distinción de puta etérea.

La siguió la puta egipcia. Baja, de caderas pronunciadas y fina cintura. Pelo negro, largo y ondulado que cubría unos senos pequeños y sugerentes. Sus ojos verdes prometían noches de eterno placer.

La puta vikinga, procedente de las tierras del norte, portaba una salvaje melena rubia platino. Alta y con pechos de talla 100 copa C, atraía las miradas de los machos más maternales.

Por último, la puta francesa. Tamaño medio, pelirroja, ojos verdes, delgada, de firmes pechos, culo respingón y prieto, saludó a las otras putas con un bisou. Era especialista en hombres y caballeros de la corte. Una artista en el arte del puterío.

Se sorprendieron de haber fijado el mismo destino. Estaban preocupadas por ver al Dalai Lama y no poder resistir la tentación de profanarlo, a él y al resto de los monjes. La puta vikinga dijo que debían dejarse de historias y seguir el viaje juntas, así procuraban cuidados las unas a las otras.

Sin más dilación, alquilaron unos caballos para el viaje. Un carruaje sería muy lento y no había tiempo que perder. El mundo romántico putero estaba a punto de acabar con la especie humana. Tanto folleteo, había enfermado y diezmado la quinta parte de la población mundial.

El trayecto hasta el Tíbet era muy largo y especialmente duro, por lo que las putas debían detenerse cada cierto tiempo para descansar y dar de beber a sus caballos. Para el último descanso, se decidieron por un hermoso lago de agua cristalina situado bajo una enorme cascada y, como hacia mucho calor, se desnudaron para así darse un refrescante baño.

Mientras las putas italiana y griega chapoteaban en el agua de vez en cuando, salpicando sus cuerpos desnudos, la puta egipcia, ya acostumbrada a maravillosos parajes, se limitaba a observar los alrededores como buscando un lugar ideal, alternando guiños de su ojo izquierdo que grababan todas aquellas imágenes en su cabeza.

La puta francesa también estaba apartada del lago, observando la naturaleza, aunque con otro fin. Se maravillaba con la flora y la fauna que Gea les había otorgado, y adquiría un conocimiento profundo de todo aquello. Conforme pasaban los minutos, más conocimiento adquiría, y conforme pasaban los años, más ventajas le encontraban a todo aquello.

Sentada junto a ella estaba la puta vikinga, quizás también observadora y receptiva aunque en otro sentido. Analizaba el comportamiento de las putas italiana y griega como tratando de comprenderlo. No es que fuese una novata, pero quizás sí la menos dotada de todas; por ello analizaba en profundidad para después actuar.

El descanso termino con las cinco putas tumbadas en fila india y boca arriba, secándose al Sol. Eran cinco mujeres diferentes, de diferentes lugares, con diferentes problemas y diferentes aptitudes, de diferentes formas y colores... sin embargo en sus manos estaba el destino de la raza humana.

Dejaron sus reflexiones y se dispusieron a escalar el Tibet. Sabían que después del duro ascenso se desvelaría el misterio de la llamada interior que habían recibido. Aunque no acertaban a imaginar cómo cinco putas iban a conseguir ellas solas, cambiar el destino de la Humanidad.

De vez en cuando paraban a descansar y hablan de ello, entre unas y otras. También les intrigaba cómo se redimirían y que pruebas deberían superar para conseguirlo. La respuesta solo llegaría cuando conocieran al hombre santo, o Dalai Lama. Sólo él resolvería sus dudas y les transmitiría los conocimientos necesarios para la misión.

Los caballos tuvieron que ser dejados en ese lago, dónde estarían bien alimentados por el pasto, pues era imposible hacerles escalar la montaña.
Según escalaban, la puta vikinga percibió un destello entre las rocas, que le llamó la atención. Se acercó y encontró un casco vikingo, adornado con dos cuernos, algo raro en esos parajes y sin saber porqué, lo guardó en su bolso de viaje.

Algo parecido le pasó a la puta griega, encontró un arpa dorada con incrustaciones de piedras preciosas y también la guardó, sin decir nada a sus compañeras. Tuvieron la intuición de que les servirían de algo, en un futuro no muy lejano. Las otras tres putas, también encontraron objetos curiosos, a su modo de ver, especiales o mágicos.

Estos cinco objetos, cada uno especial para su portadora, serían revelados y mostrados al mundo, cuando llegara el momento ideal para ello.

Las cinco putas siguieron su duro camino. Conforme más cerca se encontraban de su destino más dudas y pálpitos les atacaban... Ya habían recorrido bastante camino, dejando sus lugares de origen, llegando a buen puerto, empezando su escalada... a lo largo del mismo habían estado charlando e intercambiando palabras y cuidados que las habían hecho hacer una piña, un equipo con un objetivo común, salvar al mundo de las circunstancias en las que se encontraba sumido...

Había pasado poco tiempo en el tiempo, y sin embargo, sus oscuros pasados, a pesar de su juventud, parecían muy lejanos. La toma de conciencia de su labor y lugar en el mundo aplacaba ánimos pasados, en los que habían sido las más putas del lugar, follando a diestro y siniestro, como los demás ahora, por el mero hecho del placer y del orgasmo... sin darse cuenta tal vez, que después, sólo quedaban rostros partidos, corazones vacíos, carcasas huecas... que como cualquier Rata gigante de la época, solo tenía ciertas necesidades: nacer, crecer, placer, reproducirse y morir... Sin embargo, el género humano se había perdido en algún eslabón de la cadena, se había encasquillado en el placer... pero ese deseo de placer había conseguido destruir cierta felicidad y estabilidad, vidas de ilusiones y sueños, compartidos y etéreos. El amor... había desaparecido, los cupidos del cielo habían caído, fulminados ante los placenteros gritos, depravados de los humanos... ¿Era el fin? Todavía no, esas Cinco putones tendrían que purgar su inconsciente placer carnal destructivo...

Por fin llegaron a su destino. Al abrir las puertas encontraron una multitud, envuelta en una sensación de paz y serenidad. Monjes de pelo rapado y ojos grandes mezclados con los nativos; habían decidido vivir en armonía en lugar de jugar a vencedores y vencidos.


Las cinco putas se miraron. Eran profesionales, disfrutaban y vivían del sexo pero no habían caído en la inmundicia exterior, no follaban con cualquiera por simple sexo, sino que elegían muy bien sus placeres. La puta francesa y la vikinga se dirigieron hacia los nativos mientras que la puta griega y la oriental iban hacia los monjes; despacio, despojándose de sus ropajes al andar , descubriendo sus pechos redondos y perfectos, la curva de su pequeña cintura que daba paso a la cuna de todo placer, quedando completamente desnudas a excepción de sus tacones mientras recibían sensualmente en un abrazo erótico a los elegidos.

La puta italiana miró hacia arriba y vio al Dalai. Sonrió astutamente, un nuevo reto de placer para ella que buscaba el peligro y la emoción. Llegó hasta las habitaciones, lentamente, el ruido de los tacones mezclado con el restallar del látigo al andar. Al entrar en la habitación vio al dalai mirándola desafiante a los ojos. La puta italiana se desnudó en un minuto, dejando libres sus pechos con sus pezones erectos, mostrando sus tatuajes secretos, exhibiendo su tibieza femenina, sin pudor. Avanzó lentamente, con paso felino. Sin embargo, la mirada del Dalai no bajó de sus ojos negros: fue por esa mirada pasional por lo que acabó sucumbiendo a ese abrazo mortal. Se unieron pasión con calma, fuego con agua, guerra con paz en un solo ser, una sola carne, un solo placer inimaginable para ambos.

Al cabo del tiempo se reunieron las cinco putas. Habían follado, pero no como el mundo exterior, enfermo de sexo, no distinguiendo cuerpos de personas, caído en una vorágine de enfermedades, egoísmo, sexo duro en la cual todos tenían que dominar. Ellas eran putas buenas, no habían caído en ello por su selectividad al elegir; pero ahora descubrían que realmente existían sentimientos, entre monjes e indios embargados en paz habían experimentado algo más que el simple follar. Así las cinco decidieron salvar el mundo de su destrucción final.
Ese momento fue único para las cinco putas. Todas dejaron sus ganas en el templo del monte. Antes de salir, la puta vikinga tomó el tesoro que había encontrado y lo colocó en el jardín de templo. Lo mismo hizo la puta griega con su arpa dorada, pero lo colocó en el jardín trasero. La puta francesa, que se había encontrado una tiara plateada, la colocó más abajo, a mitad de camino, en uno de los jardines inferiores. La puta egipcia, que había encontrado un abanico de papiro con hermosos grabados de flores y bailarinas, lo colocó en la fuente del interior de salón; mas, la puta italiana siguió su camino hacia fuera sin dejar nada a su paso.

Bajaron las cinco sin pronunciar palabra. Cada una estaba en absoluta comunión consigo misma, entendiendo el torrente de sensaciones que se habían producido internamente en sus cuerpos y en sus almas.

Cada una volvió a su país de origen. Nunca volvieron a verse, ni a hablarse. Incluso aquel día, antes de partir en su dirección, cruzaron miradas silenciosas, cómplices y fortalecidas por un halo de paz que cargaban sus cuerpos; sin saber claramente el destino final de sí mismas. Entendían a plenitud que cargaban con ellas el motor de cambio que debían ofrecer al mundo perdido que estaba a su alrededor.

Los años pasaron y el mundo siguió absorto en el más completo desenfreno lascivo y carnal. En cada rincón del planeta era más importante sentir el ardor en la piel generado por orgasmos pasajeros entre un encuentro y otro y otro, que el despertar espiritual que debía ocurrir en un mundo desorientado.

El planeta presentó su lado más vil y amargo. El sexo, la rivalidad, la envidia, la astucia en pos del poder y la falta de honor, saltaron en su máximo grado. Y ocurrió el desastre. La Tierra estalló en una gran guerra final. El virus se había convertido en un cáncer y todo por olvidar quiénes eran.

En su lamento, las cinco putas se recriminaron por haber fallado en la misión. Sus móviles no paraban de enviarse sms. Las cinco se culpabilizaban.

Hasta que la puta egipcia se dio cuenta de la importancia de los objetos. Debían volver a por ellos, pero esta vez por separado. La esperanza las hizo partir rápido, pero no llegaron al mismo tiempo. Sin embargo, lograron hacerse con ellos.

La puta francesa se colocó la tiara y un destello de luz plateada, hecha de polvo de estrellas, bañó la tierra. La puta egipcia abanicó el aire y una suave brisa se llevó los huracanes y tornados. La puta vikinga se puso el casco y los cuernos anunciaron la paz. La puta griega tocó el arpa y la gente comenzó a bailar en vez de matar y por último, la puta italiana, que nada poseía, se arrancó los pelos del coño y los lanzó a los cuatro vientos. Esos pelos sagrados y bendecidos por la lengua del Dalai, supuso la santidad del planeta.

Todos los supervivientes construyeron monasterios y colocaron en sus altares a las cinco putas: Santa puta francesa de todos los guerreros de luz. Santa puta egipcia de todas las artes. Santa puta vikinga de todos los cuernudos. Santa puta griega de todos los músicos y Santa puta italiana de todos los santos.

 

 

Nota de La Rosa Negra: Los participantes del post conjunto son: Lenita, Yaves, La Sonrisa (tuneadora de la imagen que ilustra el post), Raquel, Haz de Luz, Héroe, Pablito y yo. Alberto, finalmente, se retiró por motivos de salud, dejándome su parte, sin remedio, pues había que acabar el post.

Este es el final de Polvo Eres como símbolo de unión entre los bloggers. Cedo el testigo a la Presidenta del Club de las Malditas Mujeres de Polvo Eres para que gestione y organice los próximos posts conjuntos que se deseen hacer.

Gracias a todos/as sin @ jajaja ;) 

3 comentarios

kevin -

ver mas

Ali -

No sè que teneis en contra del sexo, es algo normal y comun,yo pase dias en los que follaba 5veces, pero pasaba otros dias sin ver nisiquiera una chica, no es cuestiond e vida o muerte, sino del calenton:p

el_Vania -

Las putas (y los putos, qué joder), son necesarias.
No entiendo como siempre se ha de criminalizar y satanizar a lo mejor que existe en el mundo: FOLLAR.
Todas las religiones con la misma monserga, pandilla de hipócritas degenerados.
Bonita historia...
Salud/OS!